¡Oh, nectar delicioso!

¡Oh, nectar delicioso! Las membranosas hojuelas permanecen suspendidas como nubes escamosas en un cielo sereno o bien flotan como blancos nenúfares en un estanque esmeraldino. Es de esta poción, de la que cantó Lu Wu, el poeta T’ang: “La Primera, taza humea en mis labios y mi gaznate; la segunda, viola mi soledad; la tercera, penetra en mis entrañas y remueve en ellas millares de raras ideografías; la cuarta, me baña en leve sudor y todos los pesares de mi vida son eliminados a través de mis poros; a la quinta taza estoy purificado; la sexta me transporta a la morada de los inmortales; la séptima… ¡ah la séptima! Pero, ya no puedo beber más. Siento que el soplo de un aura fría hincha mis mangas. ¿Dónde está Horaisan, nuestro paraíso? ¡ Ah! Dejad que me encarame sobre esta dulce brisa, me meza en sus ondas y que ella me conduzca allí”.
(Kakuzo Okakura)

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